martes, 13 de enero de 2009

Olimpia, todo un spot



Es hermosa mujer, de buena figura,
que arrastra en el vino su cabellera.
Las garras del amor, los venenos del garito,
todo resbala y se embota en su piel de granito.
Se ríe de la Muerte y desprecia la Lujuria,
y ambas, que todo inmolan a su ferocidad,
han respetado siempre en su juego salvaje,
de ese cuerpo firme y derecho la ruda majestad.

Anda como una diosa y reposa como una sultana;
tiene por el placer una fe mahometana,
y en sus brazos abiertos que llenan sus senos
atrae con la mirada a toda la raza humana.
Ella cree, ella sabe, ¡doncella infecunda!,
necesaria no obstante a la marcha del mundo,
que la belleza del cuerpo es sublime don,
que de toda infamia asegura el perdón.

Ignora el infierno igual que el purgatorio,
y cuando llegue la hora de entrar en la noche negra,
mirará de la Muerte el rostro,
como un recién nacido, sin odio ni remordimiento.
(Las flores del mal. Baudelaire)

El lienzo de Manet que más impacto causó en la hipócrita sociedad parisina de "fin de siecle" : la conocida modelo se atreve a mirar directamente a los ojos del espectador, con sus joyas y sus fetiches.
La mujer temida y adorada que mira desafiante al sorprendido "voyeur", el hombre moderno del siglo venidero.
Es el principio de la actual publicidad, ante la actitud pasiva del consumidor el descaro del objeto del deseo.




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