martes, 1 de septiembre de 2020

La pesca milagrosa




Konrad Witz vivió en la primera mitad del siglo XVI en Suiza y pintó este cuadro para la catedral de Ginebra. Representa el encuentro de San Pedro con el Cristo resucitado después de que este hiciera el milagro de una pesca milagrosa. El cuadro tenía que impresionar a sus burgueses conciudadanos y para ello representó el milagroso encuentro e un lugar claramente reconocible por los ginebrinos. El lago de Ginebra minuciosamente pintado, de tal modo que acerca la figura cristiana al paisaje más cercano. La pulcritud con el que se representa el paisaje, al parecer, permite hoy en día reconocer cada una de sus espacios: los lejanos Alpes, la isla de la desembocadura del Ródano, las planicies ahora todas urbanizadas. Witz pintó pescadores reales ante un Cristo firme, macizo y con todo el esplendor del poderío que impone la púrpura en un primerísimo plano. Esta tabla de 132x154 cm está ahora en el Museo de Arte e Historia de Ginebra. La Iglesia fue una avanzada en el uso de la imagen para atraer a su fieles y para que reflexionasen sobre sus creencias del modo más cercano posible. Entonces ¿porqué hoy no se representan esos milagros en nuestro paisaje urbano más cotidiano? Y se abusa de la imaginería medieval. La radicalidad del milagro hoy parece que no permite un realismo tan potente y las instituciones eclesiásticas prefieren la oscura mirada de los asustados e ingenuos habitantes de las sociedades menos "civilizadas".

martes, 17 de noviembre de 2009

Varus de Kiefer



Anselm Kiefer es un pintor de ideas, es la historia de Alemania que quiere abarcar desde antes de su nacimiento en 1945. Vive en Francia y no tiene contradicciones al querer representar las ideas que le unen con el pasado de ese conjunto de seres llamados alemanes.

Este cuadro "Varus 1976" se refeire a la batalla de hace justamente dos mil años que provocó más de 18.000 legionarios muertos que comandaba el tribuno romano Quintilius Varus. El resultado de aquella rebelión de las tribus germanas del este del Rin fue que Germania nunca fue parte del Imperio Romano y su lengua y cultura se desarrollaron de modo diferente. Siglos más tarde el resto de los paises europeos vivirían más batallas, con millones de muertos cuyas vidas como los árboles del bosque nunca se fueron del todo.

Esta pintura tan gris, metálica que evoca el dolor entre los árboles del bosque y entre cuyos troncos, como flotando, cuelgan palabras de héroes que quieren ser anónimos.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Luis I de Baviera, gran amante de la belleza clásica, se propuso levantar en Munich grandes mansiones que acogieran lo que más amaba. Museos como la Alte PinaKothek (Museo de los maestros antiguos) y la Neue PinaKothek (de las Nuevas Obras) acogen las obras que fue adquiriendo y que luego sus hijos continuaron.

Esta enorme pintura fue encargada por Luis I en 1846 al académico Wihelm von Kaulbach con instrucciones muy precisas tanto en la magnitud como en el contenido de la escena a pintar. La pintura histórica muy de moda entonces debía reconocer y exaltar el orden establecido,tanto en el orden político como religioso, en aquellos años tumultuosos de mediados de siglo XIX.

Estuve un buen rato, sentado, mirando la grandiosa tela (585x705 cm) el pasado día 24 de agosto en la Nueva Pinacoteca de Munich y fuera de la composición académica me fijé en la disposición y luminosidad de los diferente grupos de figuras. Hay un arriba y un abajo, hay una derecha y una izquierda, hay unas zonas oscuras y otras plácidamente iluminadas. La contraposición de la imagen oscura del judío errante (a la izquierda) perseguido por los demonios y el grupo de los lectores con el simpático burrito amparado por los ángeles es asombroso.

La destrucción de Jerusalén por el Emperador Tito es una exposición clara y precisa del antisemitismo más deleznable que imperaba en aquella sociedad rancia y rica de Munich del siglo XIX, aquella sociedad que hizo posible que ochenta años después en una cervecería cercana bramara con sus arengas el mayor monstruo del siglo XX.

martes, 13 de enero de 2009

Olimpia, todo un spot



Es hermosa mujer, de buena figura,
que arrastra en el vino su cabellera.
Las garras del amor, los venenos del garito,
todo resbala y se embota en su piel de granito.
Se ríe de la Muerte y desprecia la Lujuria,
y ambas, que todo inmolan a su ferocidad,
han respetado siempre en su juego salvaje,
de ese cuerpo firme y derecho la ruda majestad.

Anda como una diosa y reposa como una sultana;
tiene por el placer una fe mahometana,
y en sus brazos abiertos que llenan sus senos
atrae con la mirada a toda la raza humana.
Ella cree, ella sabe, ¡doncella infecunda!,
necesaria no obstante a la marcha del mundo,
que la belleza del cuerpo es sublime don,
que de toda infamia asegura el perdón.

Ignora el infierno igual que el purgatorio,
y cuando llegue la hora de entrar en la noche negra,
mirará de la Muerte el rostro,
como un recién nacido, sin odio ni remordimiento.
(Las flores del mal. Baudelaire)

El lienzo de Manet que más impacto causó en la hipócrita sociedad parisina de "fin de siecle" : la conocida modelo se atreve a mirar directamente a los ojos del espectador, con sus joyas y sus fetiches.
La mujer temida y adorada que mira desafiante al sorprendido "voyeur", el hombre moderno del siglo venidero.
Es el principio de la actual publicidad, ante la actitud pasiva del consumidor el descaro del objeto del deseo.




martes, 16 de diciembre de 2008

Entre dos besos



"El Beso" (1822) de Géricault

Las imágenes que más nos impactan tienen algún tipo de relación con el principio o el final de la vida, siempre el espacio entre paréntesis, entre dos besos, el del amor y el de la muerte.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Munch



Se puede vivir angustiado, con crisis nerviosas, obsesionado por la muerte, vivir ochenta años.

¿Sí?

Edvard Munch lo consiguió, pintando. Ese es un testimonio muy humano, demasiado humano, de ahí la locura.

martes, 14 de octubre de 2008

Béziers


Cuando uno pasea por esta ciudad del Languedoc y conoce la terrible historia del día 22 de julio de 1209 del asedio que sufrió por las tropas de Arnau de Amurí, Arzobispo y Duque de Narbona, ya no se oye la terrible frase de "matádlos a todos, Dios escogerá", ni los gritos de horror de los 20.000 asesinados, pero siente en la grisura de esta mañana de octubre la tristeza de los fanatismos que aún perduran a la sombra de los dioses.


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